Tras comer hoy con talla 36 y mantener una conversación muy interesante con talla 38 por Whatsapp he llegado a casa y he reflexionado sobre el hecho de que a diario me encuentro rodeado de falsas princesas que esperan la llegada de su príncipe azul, que desperdician los momentos de su vida esperando encontrar el hombre ideal para ellas fijándose tan sólo en su físico, ¿en qué momento se ha convertido la imagen tan importante para poder conocer a ese alguien con el que pretendes compartir el resto de tu vida?
Todos pensamos que conocer a ese alguien especial es difícil, que nos va a costar convencernos de que sólo estamos destinados a alcanzar ese grado de felicidad sumo que nos aporta el amor, pero qué pasa con esas personas que dedican su vida a los demás, a hacer feliz al resto, a su trabajo, que se dedican al cien por cien a ver que las otras personas sonríen.
Es graciosa la situación que hemos vivido hoy mientras hacíamos cola para comer talla 36 y yo, ya que decenas de jóvenes estaban entre nosotros y ninguno de ellos, incluidos nosotros mismos, estaba vestido de una forma informal sin hacerlo a propósito, con la excepción claro está de esa hermosura con una telaraña tatuada en todo el hombro... pero eso es otro tema que ahora no nos incumbe.
Me he percatado de que la juventud anda un poco dispersa, de que no sólo piensan en la imagen exterior como un modo de sentirse cómodos con el mundo que los rodea, si no que la ropa que eligen cada mañana es una simple forma de venderse a los demás, sí, es duro, pero todos intentamos ser lo menos feos posibles día tras día, para que, justo ese día que te vas de sidras y acabas bailando encima de una tarima sea el día que más ligues, porque es verdad, tú, que a diario pretendes mostrar tu mejor cara al mundo, tapando esos granos horribles y pintándote la raya del ojo, ese día que sales con gafas y sin trenzarte el pelo es cuando consigues que el resto se fije en ti ¿Estamos tan acostumbrados a la belleza artificial que la natural es la que realmente nos parece bella?
Creo que no soy el único que conoce a ese típico gato de escayola, esa princesa que va todos los días tan maquillada que si la rascas marcas la uñas. Pues bien, es ese tipo de belleza el que estamos tan acostumbrados a ver a diario que es la belleza natural la que nos hace olvidarnos de eso y percatarnos de que en el fondo somos personas, y como tales debemos lucir.
"Despierta talla 38"
Llámame Nigel
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